En Caracas, en el año 1964 yo tenía trece años, acababa de entrar al segundo año de bachillerato en el Liceo Aplicación, comenzaba a tener nociones sobre lo que era la política, a comprender el cambio que significaba eso de salir de una dictadura como la de Marcos Pérez Jiménez y entrar a un proceso que suponía la instauración de una anhelada democracia encabezada por un presidente llamado Rómulo Betancourt, y su sucesor Raúl Leoni. Lo que pasó realmente en Venezuela fue que salimos de la dictadura de un coronel que se hizo general por esos milagros inexplicables del poder, y entramos en una dictadura de partido que se hizo general (para todos) por el uso y abuso del poder político, militar, policial, y económico, todo eso bajo el amparo y asesoramiento de un poderoso beneficiario de los recursos del país llamado Estados Unidos de América.
No hubo que esperar mucho para ver el surgimiento de agrupaciones políticas de izquierda que se oponían al regalo del país a cambio de jugosas prebendas para una oligarquía que nació alrededor del partido de gobierno (Acción Democrática), y de migajas para ese pueblo que creyó alguna vez que sería tomado en cuenta y reivindicado por una organización política que se vendió como clasista obrera, y luego fue más de lo mismo. Claro que los partidos de izquierda fueron ilegalizados, sus dirigentes y militantes perseguidos, presos, torturados, asesinados, desaparecidos, por fuerzas policiales, y militares, entrenadas en Panamá, en la “escuela de las Américas”, fuerte Gullick.
Dentro de las filas de la lucha armada urbana surgió la figura de Paul del Río, mejor conocido por su nombre de combate: Máximo Canales. Hombre de convicciones férreas, de un valor y un arrojo poco común. Fue solidario en las luchas de otros países contra las dictaduras auspiciadas por los grandes intereses transnacionales, de hecho fue a poner su vida a la orden de la revolución nicaragüense contra Somoza en el frente sur.
Máximo Canales, en la época de la subversión en Venezuela, participó en operaciones de comando que en realidad eran demostraciones de fuerza de una guerrilla urbana ante un régimen totalmente confundido. A Betancourt y a Leoni les caían golpes en sus caras y no sabían de donde, ni como, ni cuando, razón por la cual la represión se volvió más encarnizada, más agresiva y sin miramientos de ningún tipo. El país estaba en guerra.
El diario El País, vocero de la más rancia ultraderecha española, al reseñar la muerte de Paul del Río (Máximo Canales) solo hace referencia a un caso en particular; el secuestro de “la saeta rubia”, Alfredo Di Stefano, jugador para ese entonces del Real Madrid. Dejaré que el mismo Paul nos eche el cuento a partir de un fragmento de entrevista que alguien le hizo alguna vez:
“Fue una operación de las FALN y del compañero Luis Correa que era el comandante del destacamento Cesar Augusto Ríos. De parte del MIR participé yo como segundo al mando de la operación. Fue una operación sumamente sencilla. Simplemente fuimos a buscarlo al hotel a las seis de la mañana y lo llevamos detenido. Fue sencillo pero escandaloso, porque Di Stefano en esa época era el mejor jugador de futbol del mundo, era una estrella. Por eso ha tenido publicidad y nadie cayó preso nunca. Esta operación se llamó Julián Grimao en homenaje a un dirigente del partido comunista español que había capturado Franco cuatro o cinco meses antes y lo había fusilado.”
Por supuesto que El País no dice que la saeta rubia nunca temió por su vida, y que alguna vez en una entrevista se jactó de su amistad con Máximo Canales, y hasta de tener un cuadro pintado por su secuestrador.
Para mi, una entre muchas de las operaciones de comando más impresionante donde participó Máximo Canales fue en el secuestro del agregado militar de los Estados Unidos en Venezuela, esto también será contado por el mismo:
“Nosotros en 1964 habíamos secuestrado al agregado militar de la embajada yanqui en Caracas, el coronel Smolen, exigiendo como único rescate la liberación del revolucionario vietnamita Nguyen Van Troi, que había caído prisionero esas semanas anteriores en Vietnam, tratando de hacer un atentado en un puente donde debía pasar McNamara. Sin embargo la dirección del PC (partido comunista) ante la arremetida de la represión del gobierno ordenó la libertad de Smolen sin que los norteamericanos cumplieran su compromiso. La operación detuvo durante tres días el fusilamiento de Van Troi, pero una vez que Smolen fue puesto en libertad, fue fusilado inmediatamente. Esa historia la leen los niños de primaria en sus libros de texto, pero no saben ni donde queda Vietnam, sin embargo los niños vietnamitas si saben donde está Venezuela gracias a esa operación”.
Bertolt Brecht diría de Paul del Río por boca de Silvio Rodriguez: “esos son los imprescindibles”. Honor y gloria por siempre para Máximo, y como me pasó con Chávez, más que su muerte me duele su ausencia.
Alois Gutierrez U.