Hablando con la luna

Luna callejera dime que ves, iris blanco de ojo negro, ciega de nubes, harta de estrellas, musa de locos, y de poetas, que bueno que no hablas mientras no te preguntan algo, ya tus respuestas son de cuidado, y solo ebrio se te entiende.

Luna, ¿por qué me sigues a donde voy?, he cambiado tantas veces de rumbo y; cada vez que estás llena te veo, menos mal que no tienes manos, así no sabré si me señalas por algo que yo no sepa, lo que sé no me gusta pero; sé vivir con eso, y nos tratamos de tú, sabemos donde nos duele, y podemos hacernos daño, no nos queda más remedio que; ser aliados, amigos a veces, enemigos nunca.

Luna, noche, viento y frío, cómplices terribles, ¡dejen en paz a la soledad del solo!, ¡a la locura del loco!, ¡al amor del enamorado!, ¡al poema del poeta!. Luna, noche, viento y frío, con su magia convierten en bosque encantado a los árboles del pantano, el barro y el limo quedan debajo del hielo, como una cruel verdad disfrazada de belleza blanca, pura… ¡como todas las mentiras!.

El rencor también es una musa

No quiero la tranquilidad espiritual a cambio de regalar mi perdón, perdonar es cosa de dioses; y yo soy tan imperfecto. Felizmente me equivoco, fallo, no acierto al centro de una diana impuesta, aprendida a golpes que vencen pero no convencen.

No, no quiero tu libertad, quiero la mía, quiero la que yo me gane, para merecerla, para ejercerla, revolcarme en ella, y disfrutarla con despilfarro, sin escatimar en lo más mínimo.

Estoy harto de tu verdad, esa que no vale más que mis mentiras porque; yo se que son mentiras y lo acepto, pero tu sabes a conciencia que… tu verdad oculta verdades.

No me amenaces con la espada oxidada de esa “justicia” hecha a la medida, a tu medida, pero a mi me queda pequeña, me aprieta, me ahoga, quieres quitarme la palabra, para que muera mientras existo, asfixiado de tanto no decir.

No, tampoco quiero tu paz, porque es sumisión, quietud que pagas con migajas a cambio de tu tranquilidad, eso me haría cómplice.

Lo único que quiero de ti es… tu miedo.

Incertidumbre



Me gusta esa canción triste que sale de ti, si hay dolor es porque aún hay vida. Quiero que no te mueras, no mientras paseas esas lejanías que tienes en la cara, esas que abres para mirar sin saber dónde. Que no diera por saber qué sucede, que pasa en esas manos cerradas que escondes inútilmente, adivinar que aprietan, que amasan, mientras esa melodía que agua los ojos brota de ti, de tu boca, esa que lo llena todo de brisa a tu alrededor, de hojas amarillas y rojas, caminas y las oigo crujir bajo tus pies; en ese otoño de todos los días… tan tuyo, siempre húmedo de lluvia menuda, la que cae por tu rostro de nube gris, refrescando nostalgias, secretos que escondes detrás de esa piedra que tienes en el pecho, siempre con musgo encima, siempre rodeada de niebla… para que yo no te vea con claridad, para que no sepa quien eres cada cinco minutos.

Tengo el amor agotado, harto de tanto caminar a tu lado, veo como apareces y desapareces mientras sigues allí. Continúa sola este paseo mudo.

Cuando regreses, si quieres, ya sabes dónde encontrarme, ojalá llegues antes del trago sin retorno.

Cosas pendientes



Se que hay una persona que piensa en mí sin decirlo, sin decírmelo. Sé que hay una persona que no puede borrarme de su historia sin borrarse, sin desaparecer, sin abrir un agujero en medio de su pecho, y verse por dentro, muy adentro, donde sólo llegan los que quieren, y yo no quiero, corazón de naranja que se abre en dos para mostrar su pulpa, ofreciendo su jugo al que no tiene sed.


Estás tan lejos, te ves tan pequeña, como de mentira, como un cuento viejo de mi madrina para que yo me duerma, sin saber en qué momento, para soñar toda la noche eso que siempre olvido al día siguiente, que no cuento porque nada se. Que triste sueño debió haber sido, mi mente me protege para que no sufra, para que no se me moje la cara con la lluvia de esas nubes con las que te veo.


Parece irreal pero; entre tú y yo siempre hay un café pendiente, entre tú y yo siempre hubieron cosas pendientes, que no se buscan, ¿para qué?, si va a doler, y para que buscar dolores habiendo tanta tristeza sin consumir.


Cada vez que te veo pasar la calle desde la mesa de una terraza cualquiera en verano, tu cabello me saluda desde donde estés, casi que se siente obligado por esa brisa que siempre te acompaña, que viene de no sé dónde a moverlo, como diciendo adiós constantemente. Siempre estás como la última vez que te vi al alcance de mi mano, esa que te conoce más que mis ojos.

Lo que siempre ha estado allí

Dame la esperanza que no encuentro en mis momentos optimistas, dame el misterio de esa palabra que me hace mover la cabeza diciendo que si… a casi todo, porque quiero dejar de creer en la importancia solo de lo que es serio, será por eso que amo los chistes contados en los velorios, o las mentiras adolescentes que ocultan amantes debajo de la cama. Quiero que me reveles el secreto milenario que todos conocemos, aunque ese secreto universal nos abra los ojos, aunque sin piedad nos haga ver lo que siempre ha estado allí, delante de nosotros,con toda su grandeza, con toda su crueldad, sin piedad, golpeándonos la nariz hasta hacérnosla sangrar. Dame lo que nunca te he pedido, lo que no puedes dar, para saber qué hacer con eso y luego te cuento. Vacía tus bolsillos y dame lo que no tienes para saber que ocultas. Aprende mucho de lo que no crees para no dudar de ti, para no sentir que me engaño con mis propias mentiras y verte como no eres, como yo necesito que seas. Hoy tengo ganas de hablarte extraño, algo no me ha pasado, aún no he ido a su encuentro. Solo quiero que me entiendas, mírame a los ojos y ponme atención; toma este puñado de tierra que pongo en la palma de tu mano, déjala abierta, no para que mires el polvo y las piedrecillas, es solamente; para que veas la maravilla.

Tengo varios meses sin querer verte, negándome el sol, ese resplandor que nos descubre ante la vida, como a ti, como a mí, como a todos, nos hace tan iguales a la vista, no deja que nos escondamos, nos reconocemos expuestos bajo su claridad que no perdona pero; no nos señala con el dedo, cada uno sabe quién es y no se delata, yo no soy la excepción. Abrazo tu imagen amarrada a mi memoria por un deseo absurdo de evitar… que se disuelva en el tiempo porque; unas cosas son recuerdos, y otras solamente cosas. Ven, siéntate cerca de mi boca para que oigas lo que canto en voz baja, escoge los sonidos que más te gusten, puedes quedarte con ellos, las palabras riégalas sobre el pasto, a los poetas les encantan, en cuanto nos alejemos; vendrán por ellas.

Por la ruta de la seda

No, no tengo ganas de recolectar restos de lo que pude haber construido con pedazos de corazón propio, piedras, y corazón ajeno, tampoco quiero desempolvar deseos, identificarlos con una etiqueta amarilla atada a un dedo que me señala; con fecha de fallecimiento aproximada, o causa especulada de deceso, ¿para qué?, ya no son trascendentes. Los dejo bajo la arena que se han ganado, yo se que están allí debajo, eso me basta y me sobra, me enterraría mientras las desentierro. No quiero carga para un viaje que no sé cuándo terminará de comenzar, que no tiene otro destino que no sea yo mismo, sediento de horizonte en esta agobiante ruta de la seda.

A lo mejor existe una razón, un pretexto, para voltearme, para ver más allá de mi espalda, para sumergirme con lentitud en lo más profundo y oscuro de mis palabras de ayer, para asombrarme de lo que dije alguna vez… o esa vez, en un ataque de sinceridad implacable, devastador; lo sé, el precio fue alto, aún lo debo. Fumo para no olvidarlo, bebo para que no me importe.

…para caminar de noche

La luz difusa, amarillenta, que se derrama de las farolas de la noche, recorre la ciudad como un riachuelo lento pero indetenible, hace brillar la mirada como si fuera parte de la calle mojada. Siento la brisa que refresca este calor de adentro que no puedo compartir, es cuchillo que me corta el cuello, me abre la garganta, me deja mudo, con unas ganas inmensas de decir; en las largas horas de silencio humano. La noche me promete una sorpresa en cada esquina, pero no me cumple. Busco, sin pensarlo dos veces, los lugares más oscuros para que no puedan verse mis recuerdos, justo los que no me hacen sonreír… pero me hacen murmurar maldiciones con nombre de mujer.

Lejano está el instante de mi último momento de paz, fue una paz artesanal, hecha a mano, una que me invente yo; con retazos de amores viejos y polvorientos, en un momento de ingenua locura que no duró lo que tenía que durar, que se consumió rápido, como vela de cumpleaños a la que no hizo falta soplar para apagarla. Corona para difunto con flores de plástico que el sol destiñe y destruye.

La parada obligatoria me brinda un trago con sabor a soledad añeja, se me queda en el pecho llenando el vacío que dejaron los latidos, quemando ansiedades, acompañándome en el retorno al lugar donde me encierro; para que el día no me sorprenda despierto en la calle, bebiendo aire con olor a tabaco, con sabor a mañana nueva, pero igual a la de ayer, a la de antier, a la del primer día en esta ciudad. Sé que me iré de aquí con mis fantasmas y mis guitarras, en defensa propia, a un lugar que aún no ubico, pero que existe, ¡tiene que existir!